Fotografía del Camino de Santiago por Ameena Rojee

El Camino de Santiago, también conocido como El Camino, es un viaje que emprenden cientos de miles de personas cada año. Desde la Edad Media, los peregrinos religiosos han caminado hasta la ciudad de Santiago de Compostela para visitar el santuario del apóstol Santiago el Mayor. Hoy en día, la ruta, que se extiende por toda España, sigue siendo recorrida por personas en viaje espiritual, así como por excursionistas, ciclistas y gente que simplemente quiere retarse a sí misma con una larga caminata. La fotógrafa Ameena Rojee reflexiona sobre su paso por el Camino.

Caminar siempre ha ido de la mano de la fotografía. Es un modo de viajar como ningún otro: dependes por completo de la fuerza y la voluntad de tu propio cuerpo, pero viajas lo suficientemente despacio como para detenerte, para mirar, para darte cuenta. Te da fuerza, física y mentalmente.

A menudo, caminar se convierte en un ejercicio de observación: de lo que te rodea, de ti mismo y de tu propia mente.

De esta práctica, la peregrinación es una antigua tradición que está experimentando un renacimiento contemporáneo. Originalmente una costumbre religiosa de los más devotos, la peregrinación del siglo XXI se ha convertido en algo diferente para muchos: un reto, una forma de conectar con los seres queridos, una experiencia divertida o unas vacaciones, o algo espiritual.

El Camino de Santiago es una de las peregrinaciones más conocidas del mundo. Se cree que el apóstol Santiago mártir fue llevado y enterrado en lo que hoy es la ciudad de Santiago de Compostela. La ruta más conocida, que comienza en el sur de Francia, asciende por los Pirineos y recorre casi 800 km a través de un paisaje cambiante hasta llegar al punto final: la catedral de Santiago de Compostela, en Galicia, al noroeste de España.

Caminar se convierte en un ejercicio de observación: de lo que te rodea, de ti mismo y de tu propia mente.

La peregrinación tiene numerosas rutas, que comienzan en toda España, e incluso varias salidas y llegadas en otros países europeos. Algunos dicen que la peregrinación comienza en el momento en que sales de casa.

En 2016, cuando el verano se convirtió en otoño, emprendí esta larga caminata, inspirada por el desafío físico y mental. También era una forma de explorar mis raíces. España es el país de mi madre, y Galicia, la región en la que termina la peregrinación, es su lugar de nacimiento.

A lo largo de los años, he estado en pocos lugares de esta región, sólo visitando a la familia en vacaciones cortas. Nunca había experimentado plenamente la cultura, como se puede hacer cuando se viaja solo, y por eso quería empezar a entender este lugar que constituye la mitad de mi herencia.

La caminata se convirtió en una rutina diaria muy simplista: comer, caminar, dormir, repetir. La mayor parte de los días los pasé con distintos niveles de dolor y cansancio. Al mismo tiempo, mi atención se centraba en los lugares, la gente y la tierra cambiante que me rodeaba: el calor del sol abrasador de la tarde y el frío fresco de las mañanas brumosas.

Exceptuando a mi compañero de ruta y a un puñado de amigos que hicimos en el camino, pasé la mayor parte del tiempo observando en silencio, sin interactuar realmente ni buscar hacerlo. Al principio pensé que el proyecto trataría sobre por qué la gente hacía la difícil peregrinación. Una vez allí, la cuestión no era tanto el porqué como los momentos en sí.