Las fotografías de Mara Gajic son de lo más engañosas. A primera vista parecen agradables, casi alegres, con una estética limpia y un equilibrio compositivo de manual. Luego aparece la tristeza.
Como un mimo cuyo acto comienza con una encantadora, aunque predecible payasada antes de transformarse en oscuras observaciones sobre la condición humana, las fotografías de Gajic están esmaltadas con la perfección prometida mientras que por debajo se encorvan bajo el peso de la conciencia. Y vaya si es hermoso.
Esta artista emergente afincada en Toronto utiliza a menudo su propia forma delante de la cámara, encarnando un talento camaleónico similar al de Cindy Sherman para retratar diversos personajes. Ya sea por preferencia o por estricta necesidad, los ojos abiertos de Gajic encarnan a la perfección las habilidades performativas que requieren sus imágenes descarnadas y dramáticas.
En su última serie titulada LímitesGajic capta las fronteras estériles que construimos entre nuestros vecinos y nosotros mismos. Gajic tiene un estilo que aísla tanto al espectador como al sujeto hasta el punto de provocar una fuerte compasión.
Mara GajicCartera