Estados Unidos tiene un problema de nostalgia, evidenciado recientemente por la campaña "Make American Great Again". eslogan de campaña que puso a Trump en la Casa Blanca. Grandes sectores del país están ilusionados con un panorama social y económico de posguerra que aún no ha visto la disolución de la industria manufacturera estadounidense ni de la clase media que la componía.
Todos conocemos el argumento. Escenario: Después de la Segunda Guerra Mundial: la industria está en auge y la clase media estadounidense es feliz en su verde aguacate y oro de la cosecha. Viviendas Levitt. Los suburbios, la cultura de la comida rápida y la concepto de "adolescentes están evolucionando.
Sabemos lo que sigue: importaciones a bajo coste, eliminación de barreras comerciales y mano de obra subcontratada. Las promesas de la expansión del capitalismo tardío van desgastando lenta y seguramente a la clase media y sus símbolos. Los remanentes están privados de derechos y enfadados, nostálgicos de una economía estadounidense preglobalizada en la que todavía se podía ir de vacaciones o comprar un coche sin pertenecer a la élite económica.
El resultado es una afición dominante por la estética y la cultura de la vida estadounidense de mediados de siglo, y un olvido voluntario del chovinismo, el consumismo, el conformismo, el racismo y el nacionalismo que existían junto a la floreciente industria manufacturera de posguerra y dentro de ella.
El problema es que la nostalgia estadounidense no es exigente, como rara vez lo es la nostalgia. No es sólo la economía de posguerra lo que la gente evoca con cariño, sino también el paisaje social y cultural de la cultura de masas estadounidense de mediados de siglo y sus códigos. Las voces conservadoras han aprovechado la sensación de que las cosas solían ser mejores (y puede que lo fueran, económicamente, para los blancos de la América central) para propagar la sensación de que todo solía ser mejor.
El resultado es una afición dominante por la estética y la cultura de la vida estadounidense de mediados de siglo, y un olvido voluntario del chovinismo, el consumismo, el conformismo, el racismo y el nacionalismo que existieron junto con y dentro de la floreciente industria manufacturera estadounidense de posguerra. Y esta nostalgia generalizada no es exclusiva de los conservadores de la América central.
Existe una cierta disonancia cognitiva entre los millennials, que arremeten contra las estructuras sociales opresivas y luego fetichizan de forma acrítica -a través del arte y la moda- la estética y el estado de ánimo de los periodos en los que florecieron estas estructuras sociales. Fotografías de moda y nostalgia Concursos de Buzzfeed se apropian de emblemas de la Americana clásica de formas que subyugan u olvidan los contextos originales. Ahora nos encantan los setenta. Pero, ¿nos gustan?
Así pues, la pregunta es: ¿cómo podemos profundizar en la estética de la cultura de la comida rápida de mediados de siglo y el antigusto suburbano, reconociendo al mismo tiempo el oscuro trasfondo social de la época?
Nadia Lee Cohen, Scarlett Carlos Clarke, Eloise Parry y Parker Day. Estas cuatro artistas emergentes reinventan la nostalgia en la cultura contemporánea y la convierten en algo político. Están dando a la estética de mediados de siglo un tratamiento extraño mediante el empleo de imágenes que ahondan en la suciedad, el mal gusto y lo desagradable de décadas pasadas. Encabezan una nueva generación de fotógrafos que están dando paso a un tipo de nostalgia más desnuda.
Sus imágenes reflejan tropos comunes: las amas de casa son sexys, pero también profundamente aburridas, quizá drogadas, e hipersaturadas en combinaciones de colores que hieren nuestros ojos. El estilo retro de su trabajo es horrendo, siniestro y atractivo a partes iguales. Los sujetos no son convencionales, se bañan en una iluminación reveladora y se sitúan en un decorado kitsch-retro-detritus. John Waters, David Lynch y Stanley Kubrick perduran bajo la superficie. Algo no va bien, y no podemos evitar recordar que Estados Unidos nunca ha sido perfecto.
El estilo retro de sus obras es horrendo, siniestro y atractivo a partes iguales.
Nadia Lee Cohen
Originaria de Gran Bretaña, pero afincada en Los Ángeles, Nadia Lee Cohen lleva la nostalgia a las mil maravillas. Recientemente ha recibido el prestigioso Premio Taylor Wessing de Retrato FotográficoEn el mundo de la moda, se adentra en el tipo de simbolismo estadounidense que eriza la piel: piense en Lana Del Ray consumiendo anfetaminas en un espejo de feria. Su reciente campaña para la casa de diseño británica Zizi Donohoe presenta pies en zapatillas de piel con uñas pulidas como garras, todo ello sobre un fondo de pútridos tonos de alfombra peluda salpicada de colillas de cigarrillo, cenas de televisión a medio comer e inquietantes productos de belleza.
Eloise Parry
Eloise Parryque trabaja en estrecha colaboración con el prometedor diseñador de moda Claire Barrowse ha hecho un hueco como conocedora del mal gusto. Parry y Borrow lanzaron el año pasado un cortometraje titulado Seguir adelante (véalo más arriba), una obra que aprovecha la afición de Parry por poner en primer plano lo extraño, lo feo y lo siniestro mientras explora estilismos de antaño.
Scarlett Carlos Clarke
Fotógrafo y cineasta londinense Scarlett Carlos Clarke se inspira en el pasado para crear imágenes extrañas, repelentes y fascinantes que fetichizan y problematizan a las amas de casa y la comida rápida. En su serie Dismorfia corporalexplora el autocontrol de la perfección femenina utilizando un lenguaje visual que hace referencia a los cánones de belleza de mediados de siglo.
Día de Parker
Día de Parker rueda en exclusiva en Película de 35 mmy trabaja principalmente el retrato. Sus personajes ficticios se mueven en un sórdido mundo de neón compuesto por los rasgos de los bichos raros de la vida nocturna y los freaks de la vieja escuela. Activa una especie de antiestética y antinostalgia similar a la de sus compañeros, y se inspira en los cómics underground de los años 60 y en la dulzura distópica.